La confianza construye un matrimonio inquebrantable

 Por: Sixto Porras

Uno de los pilares de una relación saludable es la confianza. Es lo que nos permite tener la seguridad de que nuestro amor es para toda la vida y que es agradable vivir cerca de la persona amada.   

Donde hay confianza, hay cercanía, amistad, amor y alegría, por eso es importante poder distinguir los elementos que nos indiquen que nuestra relación se fundamenta en la confianza. 

La confianza es el fundamento de todo matrimonio sólido que tiene una convivencia agradable. Cuando hay confianza eliminamos los celos, no competimos entre nosotros, nos respetamos mutuamente y nos ayudamos mutuamente.  

La confianza da seguridad a la relación, y nos permite reconocer que las intenciones del cónyuge son buenas. Por esta razón, no tenemos malentendidos, sino que, cuando no comprendemos algo, lo aclaramos con libertad y naturalidad, porque tenemos la seguridad de mostrarnos vulnerables.   

Existe confianza en el matrimonio, cuando ambos cónyuges tienen la seguridad de que las intenciones de su cónyuge son buenas. Por lo tanto, no hay lugar para los celos enfermizos, las dudas o la desconfianza.  

La confianza crece cuando nos sentimos libres de mostrarnos vulnerables, y para esto se requiere compartir tiempo, expresar afecto, tener identificación con nuestro cónyuge y evitar la crítica y el menosprecio.  

Nos acercamos cuando valoramos los atributos y virtudes que cada uno tiene, no acumulamos resentimiento y perdonamos pronto los errores cometidos.  

¿Qué daña la confianza? Los gritos y el maltrato. La descalificación. La burla y el menosprecio. La crítica constante. La comparación. El estar corrigiendo al cónyuge constantemente. El menosprecio. El irrespeto a sus sentimientos y opiniones. Los secretos.

Donde no hay confianza… 

Hay temor. Se ocultan las cosas. No sienten la libertad de pedir la ayuda a su cónyuge. Ocultan sus errores y debilidades. Muchas veces temen a la reacción del cónyuge. No se ayudan entre ellos. Se critican mutuamente con frecuencia. No tienen la libertad de expresar sus opiniones. Llegan a conclusiones sobre las intenciones del otro sin tratar de aclararlo. No reconocen las virtudes del cónyuge, ya que solo ven sus defectos. Acumulan resentimiento el uno con el otro. Tratan de controlar la conducta de su cónyuge. Ocultan sus temores, enojos y dolores.Buscan razones para evitar pasar tiempo juntos.

Donde hay confianza… 

Se disculpan con facilidad y no acumulan resentimiento. Pueden trabajar juntos y lo disfrutan. Se dedican tiempo el uno al otro. Aprecian las capacidades de su cónyuge. Ríen juntos. Se admiten los errores. La comunicación es fluida. Se sienten en la libertad de opinar sobre cualquier tema. Se respetan mutuamente. Disfrutan la compañía del cónyuge. Antes de juzgar las intenciones del cónyuge, preguntan para aclarar lo que pasó, ya que no pueden concebir que su cónyuge desee hacerles daño.  Se aceptan las recomendaciones del cónyuge. Nunca se actúa con la intensión de humillar o herir. Se piden consejo y se ayudan mutuamente. Admiten sus debilidades y errores sin temor al rechazo. Se perdonan mutuamente con prontitud.

¿Cómo podemos hacer crecer la confianza en nuestro matrimonio?

Fortalezca su integridad: Tener confianza en el cónyuge, significa que tenemos la plena seguridad de que es la misma persona siempre. Es alguien que no actúa diferente dependiendo de la situación en la que se encuentre. Ser de una sola pieza, significa actuar de acuerdo con nuestros valores y lo que creemos. Esto crea seguridad, y aumenta la confianza en el matrimonio, porque nos permite vivir una relación comprometida y fundamentada en el amor que nos tenemos. 

Cultive la transparencia en su matrimonio. Procure un ambiente donde es natural rendirnos cuentas mutuamente: no tengan contraseñas secretas, sea honesto sobre dónde estaba, con quién y cómo gastó el dinero. Incluso, si hay verdades incómodas o dolorosas, es mejor ser transparente. Recuerde: las personas fuertes admiten cuando se equivocan, y esto genera confianza. Las personas débiles ocultan sus errores o los justifican, y esto debilita la confianza.  

Cuide de la vulnerabilidad de su cónyuge: Para que exista intimidad y confianza, nuestro matrimonio debe ser un lugar seguro para hablar sobre nuestros errores, miedos, fracasos, esperanzas y sueños. Después de ser vulnerables, necesitamos compasión, empatía y amor incondicional; no crítica y rechazo. Del mismo modo, por favor, tenga cuidado de no compartir estos detalles tan íntimos de la vida de su cónyuge con otros. Discutan qué temas íntimos se quedarán solo entre ustedes, y cuáles pueden discutir con otros en un espacio adecuado.  

Las preguntas que surgen son:  

¿Qué cosas debo mejorar para aumentar la confianza de mi cónyuge?  

¿Debo pedir disculpas por algo que no hemos sanado? 

¿Debo perdonar algo que ocurrió hace mucho y que aún recuerdo con resentimiento? 

Si nos proponemos aumentar la confianza en nuestro matrimonio, la armonía crecerá, el ambiente será más agradable y pondremos un fundamento sólido en nuestra relación. 

Mi coche cultural en el Amazonas  

POR SARA SERVES

Dependiendo de la reacción a esta desorientación, el choque cultural puede ser un factor inhibidor a la adaptación al nuevo contexto y/o una experiencia de crecimiento personal en que la persona pasa a ser más consciente de quién es ella, pudiendo así, convertirse en una persona bicultural. 

Las reacciones emocionales típicas del choque cultural son: ansiedad, confusión, frustración, extrañar, soledad, inseguridad, miedo, sentimientos de aversión y rechazo a la  cultura receptora, estrés elevado. Nos sentimos fuera del contexto, un intruso, extranje ros. 

En mi experiencia al inicio de mi llegada a Amazonas, todas las visiones exóticas, los  olores de los alimentos, que muchas veces ya estaban descompuestos, la ansiedad por  conocer lo nuevo, al pasar los años va desapareciendo. Nos sentimos confundidos y frustrados porque no entendemos lo que sucede a nuestro alrededor. Ese estado mental  persistirá, hasta que aprendamos algunos de los hábitos de la lengua y de la cultura. 

Recuerdo una situación muy difícil que me ha tocado vivir, esto fue al inicio de mi llegada a Amazonas. Fuimos a visitar una comunidad de un grupo étnico donde nunca había  estado antes, no conocía nada sobre ellos, ni sus costumbres y tradiciones. En ese día  llevábamos muchas donaciones en cajas para los niños de la comunidad, las cajas estaban  pesadas llenas de ropa y útiles.  

Al llegar a la comunidad, donde habíamos viajado por más de 6 horas en bote y estábamos cansados, observó que había un grupo de hombres sentados mirando nuestra  llegada. Cuando nuestro bote para, nosotros comenzamos a llamar a esos hombres para  que nos ayuden a descargar el bote diciéndoles que llevábamos regalos para todos los  niños de la comunidad. En ese día había llovido y había mucho barro, teníamos que  subir un barranco que estaba muy feo el camino para llegar hasta la comunidad para  realizar nuestra actividad evangelística. 

Cada vez que llamábamos a estos hombres ninguno de ellos respondió acercándose a  ayudar. Entonces tuvimos que cargar nosotros mismos aquellas cajas tan pesadas, éramos 3 mujeres y un solo hombre en nuestro bote. Al comenzar a subir con estas cajas,  recuerdo que por causa del barro me resbalé y caí de rodillas con todo el peso de esa  caja, una mezcla de rabia se pasó por mi cabeza, y sin entender qué pasaba con esos  hombres que no venían a ayudarnos, se me cruzaron tantas cosas en la cabeza.  

Tuve que levantarme sola y lograr cargar nuevamente esa caja en mi hombro para poder continuar, mientras que los hombres solo hablaban entre ellos en un idioma que no  entendía. Cuando llegamos a la casa del cacique o jefe de la comunidad, hablamos con  él que aun faltaban muchas cajas para descargar, que habían quedado en el bote. En  ese momento el cacique pronunció unas palabras en su idioma, y rápidamente estos  hombres que solo nos observaban bajaron el barranco en busca de las cajas que restaban.  

Yo necesitaba que alguien me explique que estaba pasando, hasta que un misionero  que ya había estado trabajando con ellos por un periodo corto me dijo que los hombres  en esa etnia no recibían ninguna orden de una mujer, que no permitían que ninguna  mujer les enseñase ni tampoco les solicitó alguna cosa. Era duro esto para mí, porque  se trataba de donaciones para sus hijos, pero luego entendí que no sabía nada de esta  cultura y que debía entender y respetar sus costumbres.  

Dios me enseñó que lo más importante en ese lugar era la formación de un obrero autóctono para discipular ese pueblo. Entendí que uno debe entender las barreras culturales que se presentan en cada lugar nuevo que entramos y que primero mi trabajo es  conocer y aprender de cada grupo donde Dios me permite entrar.  

Aceptar que con cada experiencia Dios va tratando nuestro corazón y nos prepara para  trabajar con el pueblo que nos ha designado, que debemos ser pacientes para ver los  frutos, maduros para no sentirnos mal al vivir algunas injusticias dentro de la comunidad o pueblo donde trabajamos o al ser rechazados.  

Gracias a Dios hoy en ese lugar se cuenta con una iglesia y un pastor autóctono.

Recuperado de: Boletín del DNM

¡Jesús nunca lo sugirió sino que lo ordenó!

Por: Nathan Morris

 

Entonces Jesús se acercó a ellos y les dijo: «Se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra. Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo».

 

Mateo 28:18-20

 

En Mateo 28, Jesús hizo una declaración asombrosa a todos los creyentes, junto con lo que se conoce como la «Gran Comisión». ¿Qué podría ser más emocionante que una misión celestial que nos fue encomendada por el mismo Señor Jesús, con la promesa de la autoridad y el poder necesarios para cumplirla? Desafortunadamente, hoy en día, la «Gran Comisión» a menudo se ha diluido hasta convertirse en una gran sugerencia. Lo cierto es que Jesús nunca la sugirió, sino que la ordenó , y cualquier mandato de Jesús debe tomarse en serio si deseamos cumplir su perfecta voluntad en la tierra hoy.

 

La diferencia entre un mandato y una sugerencia es verdaderamente significativa. Una sugerencia implicaría que el mandato principal de Jesús para nosotros está sujeto a una cuidadosa consideración. Pero lo cierto es que si reflexionamos, esto puede llevarnos a una vacilación, la cual tiene el poder de producir inmovilización.

 

¿Será que necesitamos recuperar la verdad de las palabras de Jesús en Mateo 28 y ver la «Gran Comisión» con una nueva perspectiva? ¿Podría ser nuestra falta de fruto espiritual el resultado de nuestra vacilación y temor? Cuando Dios llamó a Pedro en Hechos 10 para llevar el Evangelio a las naciones gentiles, este fue un momento crucial para la iglesia primitiva. En medio de sus críticas, Pedro respondió al llamado porque el Espíritu Santo le habló y le dijo: «No dudes en ir». Allí mismo, en un lugar de consuelo, Dios le ordenó a Pedro que fuera sin dudar, ¡y Jesús nos llama a hacer lo mismo hoy!

 

Jesús nos recordó toda la autoridad que tiene en el cielo y en la tierra, y nunca debemos temer responder a su llamado con entusiasmo y confianza en que Dios está verdaderamente con nosotros. Jesús nunca nos instruyó a llenar edificios de gente, sino que su deseo es que vayamos y hagamos discípulos de todas las naciones. «Ir» es dejar tu lugar de comodidad, y «hacer» es crear y desarrollar a otros que puedan hacer lo mismo eficazmente.

 

Al redescubrir el verdadero mandato del cielo, abriremos un nuevo espacio para que el Espíritu Santo reavive una pasión ardiente por los perdidos como nunca antes . Si tomamos las palabras de Jesús como un mandato directo en lugar de una consideración, podríamos ver los resultados de una cosecha de almas en las naciones del mundo.

 

Romanos 10:14-15 dice: “¿Cómo, pues, invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin que alguien les predique? ¿Y cómo predicará alguien si no es enviado? Como está escrito: “¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian buenas nuevas!”

 

Tus pies son tu vehículo principal, y por lo tanto, ¡debes decidir dar un paso de fe! Cuando el apóstol Pablo mencionó la armadura de Dios en Efesios 6, describió muchas cosas que nos protegen del enemigo. Al hablar de nuestros pies, nos instruyó a mantenernos firmes, con los pies equipados con la disposición que proviene del Evangelio. ¡No dudemos más y estemos listos para ir con un mensaje que puede cambiar el mundo para la gloria de Dios!

 

Recuperado de: https://www.shakethenations.com/post/ready-set-go

De líderes a multiplicadores

Por Juan Carlos Melo

         El desarrollo y crecimiento del ministerio de un pastor, o de un líder, debería dar como resultado el que se convierta en un multiplicador de nuevos obreros. Esto en la práctica debe ser intencional para evitar lo que ahora las nuevas generaciones viven al sentir que los líderes actuales no quieren empoderarles dentro de la estructura de la iglesia y de la denominación.

“Muchos pueden llegar a mirar a su liderazgo como un corcho que no permite su crecimiento y esto produce una tensión generacional entre los líderes de hoy y los del futuro.”

La mejor manera de no generar esta ruptura o conflicto intergeneracional, que puede incluso dividir y producir profundos daños en las relaciones y en las estructuras de la iglesia, es desarrollando líderes y pastores que multipliquen iglesias con un liderazgo intencional y que comprende que parte vital de su función es dejar que otros hagan los mismo y hasta mejor que ellos, como preparación para cuando ellos ya no estén.

“Es fundamental alentar la transformación del pastor de una iglesia local a convertirse en pastor de pastores, cambiando no solo su función sino su influencia a través del mentoreo.”

Una cosa es pastorear una congregación de 100 a 200 personas y otra cosa es mentorear, empoderar y multiplicarse en otros, y no para tener una congregación de 200 ó 300 miembros, sino con el fin de ser una iglesia descentralizada y que empodera más líderes bajo el mentoreo de un pastor experimentado y así multiplicar congregaciones bajo modelos de iglesias satélites o hijas, de esta manera la multiplicación da como fruto la transformación.

 

Recuperado de https://coachingdeplantacion.wordpress.com/2017/05/11/de-lideres-a-multiplicadores-dr-juan-carlos-melo/

 

Las decisiones determinan nuestro destino

Por: Osvaldo Carnival

Las decisiones tienen el poder de hundirnos en el barro o de sacarnos de él. Son el punto de inflexión entre lo que somos y lo que podemos llegar a ser.

En 1640, el cardenal francés Richelieu dijo:
«Los problemas de estado son de dos tipos, fáciles o insolubles. Son fáciles cuando los has previsto. Cuando te estallan en la cara, ya son insolubles».


Así también en la vida espiritual y ministerial: muchas veces postergamos decisiones clave, y cuando los desafíos nos explotan en la cara, nos damos cuenta de que debimos actuar antes.

Las decisiones determinan nuestro destino.
En cada etapa de la vida enfrentamos decisiones trascendentales: con quién casarnos, qué carrera seguir, qué proyectos iniciar… pero hay una decisión que transforma eternamente: decidir obedecer el llamado de Dios.

Y una de las formas más claras y urgentes de obedecerlo es plantar nuevas iglesias.

¿Por qué? Porque cuando decidimos plantar iglesias, decidimos alcanzar a los perdidos. Porque cada iglesia nueva es una puerta abierta en una ciudad, un barrio o una comunidad donde antes no había luz.

La Gran Comisión no fue una sugerencia, fue una orden: “Vayan y hagan discípulos a todas las naciones” (Mateo 28:19). Y esa comisión se cumple con acción, con determinación, con decisiones valientes.

Cada iglesia plantada es un paso más hacia el cumplimiento de esa misión.
Por eso afirmamos: ¡Más Iglesias, cumplimos la Gran Comisión!

No dejes para mañana la decisión que puede cambiar vidas hoy.

La biblia… allá y entonces, aquí y ahora

De Javo Romero

El estudio de la Biblia es una de las experiencias más enriquecedoras y transformadoras de la vida. Nos lleva a conocer a Dios, a reencontrarnos con el sentido de nuestra existencia, y restaurar relación con nuestro próximo.

En la actualidad gozamos de múltiples programas de educación bíblica para todas las edades y con frutos evidentes. Pero, inicialmente y por mucho tiempo el acceso a las Sagradas Escrituras fue privilegio de unos pocos.

La historia de la iglesia da cuenta de relatos oscuros, en los que aquellos que la administraban profesaban un elitismo clerical, es decir, por un lado, sostenían un sistema en el que prevalecía un grupo de sanctus elegidos por sobre el pueblo y, por otro lado, intervenían en la sociedad en nombre de la religión pero con fines prioritariamente políticos y económicos. Entendían que “las cosas de Dios” no debían estar al alcance de todos y mediante su interpretación particular abusaron del poder conferido perjudicando a muchas generaciones.

Luego, gracias a las transformaciones sociopolíticas, al progreso con la invención de la imprenta y a la reforma protestante comenzó una etapa que poco a poco derivaría en una iglesia adyacente al modelo de Jesús: Dios en medio del pueblo, cercano al ser humano,  sin importar su status. La educación también avanzó y se hizo popular, facilitando que la Biblia sea leída en los hogares.

Adyacente no es sinónimo de igual, aún estamos en camino. También a los reformadores como Lutero, Zwinglio, Mélanchton y Calvino les costó en principio convivir con la idea de que la Biblia podía ser leída por todos.  Pero la puerta que abrieron posibilitó una fe sin (tanta) burocracia y hoy, siglos más tarde, podemos afirmar que la Biblia está al alcance de todos y de todas.

Ahora bien, lo “popular” en cuanto a la Biblia merece una reflexión.  Que se editen, impriman y vendan muchas Biblias, que se ofrezcan en múltiples idiomas y formatos,  que esté al alcance en términos “materiales”… ¿implica que la Palabra de Dios lo está?  Responder este interrogante requiere no solo de un análisis desde el balcón sino de un compromiso como iglesia, como pastores, como mayordomos de una verdad revelada que se vehiculiza a través de nuestra gestión ministerial.

Al observar (nos) en el amplio abanico de comunidades de fe que conformamos las iglesias cristianas protestantes, una cuestión nos convoca: el grave perjuicio que los fieles han sufrido y padecen aun hoy como consecuencia de una lectura despojada de recursos para el análisis hermenéutico  de la Biblia. Lectura que se refleja en la praxis ministerial, en la vida cotidiana y oficia de obstáculo en el cumplimiento de nuestra misión.

Aquella libertad que nos bendijo hace siglos está siendo resquebrajada desde adentro de nuestros movimientos. Fuimos libres de una verdad parcial contaminada por tradiciones humanas, coartada por un poder unilateral e incuestionable, que daba las espaldas al pueblo y ofrecía-escondía  al credo en un lenguaje ajeno.  Hoy en día esa independencia se ve afectada por quienes apoyados en “su” popularidad propagan enseñanzas que vuelven a  ubicar a los elegidos por sobre los feligreses, condicionando la vida en abundancia ganada en la Cruz. Lamentablemente, algunos creyentes –entrenados por el mercado- consumen estos artefactos ideológicos sin discernimiento y en la búsqueda de ese mismo “éxito” incorporan a sus vidas creencias ajenas al Reino de Dios.

Un colega me dijo hace unas semanas  “antes el pueblo estaba preso de un Papa infalible, hoy está preso de pequeños papas indoctos”. Cuando lo escuché hice silencio, me dolió y hasta me enojó un poco su expresión. Luego, meditándolo a solas, comprendí tristemente que algo de verdad contenía esa sentencia.

En un contexto posmoderno se habla de verdades parciales y coincido en que es irrefutable la riqueza que nos ofrece la manifestación de la multiforme gracia de Dios. Me considero un promotor de la diversidad del Cuerpo de Cristo. Pero a su vez sostengo que no es posible hablar de iglesia si se pierde de vista al único que se proclamó Verdad, Camino y Vida. Él es el único modelo terminado, su persona es nuestra luz en este mundo cambiante, es decir, Jesús es el límite de nuestra interpretación.

Desconocer la idiosincrasia de los libros bíblicos nos puede llevar a un abordaje incompleto de lo que el pasaje relata. Asimismo, cada lector se encuentra atravesado por varios factores que influyen en su manera de significar el texto; la cultura en la cual creció, su formación en la fe, las creencias y valores fruto de sus experiencias, sus referentes, etc.  Muchas veces padecemos de una jergafasia teológica, promoviendo principios  de la cultura judía o de nuestra cultura particular en lugar de predicar y enseñar los principios bíblicos con los que el texto nos confronta.

Las verdades bíblicas son contemporáneas a todas las generaciones y son universales, es decir, de aplicación en todas las épocas y a todas las culturas.

Al estudiar la Biblia podremos, por ejemplo, descubrir el principio de la salud e higiene en la normativa de apartar a la mujer menstruosa; preguntarnos si acaso el hecho de que las mujeres del templo pagano de Afrodita, en Corinto, se rapaban requería que en esa época las cristianas se diferencien con cabelleras largas; afirmar que el Espíritu Santo ya no desciende únicamente sobre los profetas como en el Antiguo Pacto, sino que habita cada creyente y este servicio se manifiesta en el ejercicio corporativo de los dones etc. Así, se amplía nuestra imagen de Dios, desligándolo de la literalidad con la que lo amarramos a postulados y tradiciones falaces.

La humildad ante la Biblia, ante un maestro, ante nuestras limitaciones, nos protege de la humana tendencia a adueñarnos de la verdad y nos mantiene a los pies del Maestro más allá de nuestros títulos, logros o trayectorias.

Miremos la historia para aprender de ella. Estimulemos a las nuevas generaciones a enamorarse de la Biblia, a dedicar tiempo de sus vidas para estudiarla en profundidad, a cuestionar los discursos y aferrarse a Su inmarcesible Palabra.

Aquí y ahora, la Biblia está al alcance. No desperdiciemos esta extraordinaria oportunidad.

Que la palabra de nuestro Señor corra y sea glorificada. II Tesalonicenses 3.1

 

Cualidades y Acciones

Por Daniel Ayelef

Desde el comienzo del ministerio de cada pastor surgen preguntas, y la mayor pregunta es ¿cómo hace un pastor para crecer ministerialmente? o¿qué hacer para que crezca la iglesia?

Yo tuve estas preguntas cuando comencé a plantar mi iglesia hace algunos años atrás y una de las cosas que hice para ayudarme a responder esta pregunta fue buscar referentes. Algunos de estos referentes no saben que los tome como ejemplo a seguir a la distancia, a ellos yo los llamo consejeros indirectos. Es decir que, aunque no hay una relación directa con ellos, se puede seguir su ejemplo de cerca observado como desarrolla lo que Dios le ha dado en su ministerio.

Y como ese ejemplo es bueno, se puede hasta tomar cosas para el ministerio propio. Algunos tal vez piensen que copiar la labor de otro no está bien, peropregunto: ¿está mal copiar algo que da resultado?

En lo personal, creo que no está mal, y lo que sí está mal es perder la identidad. Al observar los ejemplos, se puede ver que esos ministros avanzan y tienen resultados, al acercar un poco más la mirada encuentro algunas cualidades y acciones que todos ellos comparten, las cuales les ayudan a crecer ministerialmente. A continuación, les comparto algunas de ellas:

A- COMPROMISO CON SU LLAMADO:están tan comprometidos con su tarea que no se desenfocan.Ellos saben a lo que fueron llamados (identidad clara, llamado claro) como el personaje bíblico Nehemías. A Nehemías los enemigos lo querían distraer de la tarea que realizaba, pero el se mantuvo enfocado, con una mano trabajaban y la otra empuñaban un arma (Nehemías 4:17) dando un claro ejemplo del: ¡NO QUIERO DISTRAERME! Muchos desean ver resultado en el trabajo que realizan, pero el problema es que muchas veces caen en la distracción. Algunas causas de la distracción pueden ser situaciones difíciles de resolver, problemas que surgen y no nos permiten re-enfocarnos o el hecho de mirar a otros que crecen de forma más rápida, deslumbrándonos con su ministerio. Y es aquí en donde debemos desarrollar una identidad sana y clara como Nehemías. Por ejemplo, hace unos años atrás el intendente de mi ciudad me invitó a ser parte de la lista de sus concejales, parecía una buena oportunidad para llegar a otros niveles de influencia. La situación en la iglesia era muy favorable porque estamos en pleno crecimiento y desarrollo, y allí en medio de esa propuesta se me vino a la mente que eso era una distracción a lo que Dios quería hacer en Villa Regina. Dios me mostro que ese no era a lo que Él me había llamado y puede evitar la distracción.

B- PERSONAS ESFORZADAS: Una de las cosas que tome de estas personas que tome como consejeros indirectos es que no están ociosos, sino que están constantemente creando algo para continuar extendiendo el evangelio. Innovan con nuevas ideas, ejecutan esos proyectos y delegan a otros de su entorno (los cuales ven que tienen capacidades de liderazgo). Y aprovechan cada proyecto, contexto y lugar para tener la oportunidad de predicar y mostrar a Cristo a toda la comunidad en la que se encuentran inmersos.

C- PERSONAS QUE DELEGAN: La mayoría de estos consejeros indirectos comprenden que es imposible estar en todos lados, debido a que uno solo hombre no puede hacer mucho sino tiene un equipo en quien descansar y delegar responsabilidades. Y aquí se puede ver unos de los grandes secretos: se necesita tener un corazón sano, libre de temores y prejuicios; el cual pueda confiar en que Dios también obra en la vida de los demás y puede usar a otros.


D-PERSONAS DE FE:Estas personas esperan y dependen de Dios, y no de los hombres e instituciones. La vida de todos ellos muestra que comenzaron sus iglesias de la nada, teniendo como recurso único su confianza en Dios. Ellos poseían un llamado y una clara, que los invito a tener una total dependencia de Dios. Entendieron que a través de nuestra Fe se honra a Dios, y que esa es la mejor virtud porque trae la certeza de que todo viene de Dios y que Él es la fuente de los recursos que se necesitan. A su vez, este principio nos permite entender que debemos mantener un corazón sano con nuestros pares y autoridades.Vinculado a este punto, hace unos años atrás, en una ocasión me encontraba preocupado por un desafío grande que teníamos como iglesia, y pensé pedir ayuda económica al gobierno provincial para el reto que teníamos, y como eran tiempos de elecciones sabía que los candidatos estaban abiertos a dar recursos. Mientras pensaba en avanzar sobre esta idea, escuche la voz del Espíritu Santo que me hacia una pregunta: “¿Qué pensarías, si tu hijo que necesita un calzado, en vez de pedírtelo a vos se lo pide a tu vecino?”. Esa pregunta me hizo desistir inmediatamente de
esa idea y Dios se glorificó proveyendo todo lo que necesitaba, sin tener que buscar los recursos en los hombres. Esto es una actitud que he visto en muchos referentes cuya confianza está puesta en Dios.

E- PERSONAS SUJETAS:  Todos estos pastores que crecen tienen un pastor que los ministra y los guía, dándoles consejos y llamados de atención. Estar sujeto es una señal de humildad a Dios y las autoridades. Es por eso que es importante que tengamos un pastor sobre nosotros, alguien que nos guie y aconseje para que podamos dar pasos firmes durante todo el camino.

 

Estas son algunas de las cosas que puede observar de los pastores que crecen y avanzan cumpliendo con el llamado que Dios les hizo.