Multipliquemos las Iglesias

Por: Carlos Sokoluk

En Mt 25.147-30 encontramos una parábola muy conocida que en la Versión RVR 60, se denomina Parábola de los talentos.

Esta parábola solía ser un tema muy recurrente en las reuniones de jóvenes, en los campamentos y hasta en el IBRP. Aun en los cultos se cantaba un coro que decía: “Cuando venga el Señor y te pregunte por tu talento…” Personalmente este tema me resultaba muy perturbador y hasta fastidioso, porque nunca estuve muy convencido sobre cuál era mi talento y eso me complicaba la posibilidad de multiplicarlo.

Con las versiones modernas de la Biblia cambia el modo de ver la parábola. Notamos que hace alusión a un monto de dinero y no a la capacidad humana para el desempeño de algo. Aun visto así no es fácil la interpretación de la parábola y menos la aplicación. Es obvio que cada predicador se aferra a su manera de ver, pero de todos modos yo invito al lector a acompañarme en esta interpretación y su aplicación. 

En la versión RVC dice: “un hombre”, (que deducimos por cómo termina la parábola que alude al Señor Jesús) llama a sus siervos para entregarles un monto de dinero antes de irse de viaje, pero aclara que al regresar va a pedir cuenta sobre la administración. Encuentro una clara conexión entre esto y las palabras de los varones vestidos de blanco que en el monte de los Olivos van decir: “Este mismo Jesús, que ustedes han visto irse al cielo, vendrá de la misma manera que lo vieron desaparecer.»

Interpretamos que los siervos administradores somos los pastores de las  iglesias, porque Él les entregó sus bienes. Al decir “sus bienes” y no “algunos o parte de sus bienes” entendemos que se refiere a “la iglesia”, porque el único capital de esta tierra que al Señor le interesa es su iglesia, dado que es por lo único, que estuvo dispuesto a dar su vida, Ef. 5.25 “… Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella”

Entonces podemos decir sin temor a equivocarnos que el Señor Jesucristo pone en manos de los pastores su bien más preciado, “la iglesia” y espera que las multipliquemos. Conviene aclarar que no se refiere al tamaño de la congregación, ya que le dio a cada uno “conforme a su capacidad” Lo que espera el Señor es que las multipliquemos, tanto el que recibió 5.000 monedas, como el que recibió 2.000 monedas lograron el mismo resultado: duplicar la cantidad de monedas.

Cuando el hombre vuelve “arregla cuentas con ellos”. A los dos primeros siervos les dice lo mismo “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré. Entra en el gozo de tu señor.” Esta frase me produce un entusiasmo único, porque si Dios dice “mucho”, es mucho más de lo que me puedo imaginar. Solo basta mirar para el cielo para descubrir que lo “mucho” de Dios no entra en la dimensión que nuestra mente pueda procesar.

Nos queda por resolver por qué ese siervo no multiplicó el capital que su Señor le confió. Encontramos en el relato dos respuestas: una en las palabras del Hombre y la otra en las del siervo. 

Cuando el siervo le explicó que conservó lo que había recibido, pero solo eso, porque no lo multiplicó, su Señor le respondió: “Siervo malo y negligente”. En otra versión dice holgazán, (nosotros diríamos “vago”). En el Reino de Dios no hay lugar para los vagos ni para los que les gusta postergar, Jesús quien dice:Hasta ahora mi Padre trabaja, y yo también trabajo”. ¿Y qué hace un holgazán?

La respuesta del siervo fue: “tuve miedo”. No dice de qué tuvo miedo, pero nosotros podemos ampliar la respuesta pensando cuáles son nuestros temores a la hora de multiplicar las iglesias.

Como nunca antes, en nuestra fraternidad disponemos de recursos y herramientas que facilitan la tarea de multiplicar la cantidad de iglesias. Solo nos queda superar lo que nos impide cumplir con la tarea que nos encargó el Señor de la iglesia.