POR MEI
Jun, 2025

POR MEI
Por: Rob Hosking
Por: Osvaldo Carnival
Por: Sixto Porras
Uno de los pilares de una relación saludable es la confianza. Es lo que nos permite tener la seguridad de que nuestro amor es para toda la vida y que es agradable vivir cerca de la persona amada.
Donde hay confianza, hay cercanía, amistad, amor y alegría, por eso es importante poder distinguir los elementos que nos indiquen que nuestra relación se fundamenta en la confianza.
La confianza es el fundamento de todo matrimonio sólido que tiene una convivencia agradable. Cuando hay confianza eliminamos los celos, no competimos entre nosotros, nos respetamos mutuamente y nos ayudamos mutuamente.
La confianza da seguridad a la relación, y nos permite reconocer que las intenciones del cónyuge son buenas. Por esta razón, no tenemos malentendidos, sino que, cuando no comprendemos algo, lo aclaramos con libertad y naturalidad, porque tenemos la seguridad de mostrarnos vulnerables.
Existe confianza en el matrimonio, cuando ambos cónyuges tienen la seguridad de que las intenciones de su cónyuge son buenas. Por lo tanto, no hay lugar para los celos enfermizos, las dudas o la desconfianza.
La confianza crece cuando nos sentimos libres de mostrarnos vulnerables, y para esto se requiere compartir tiempo, expresar afecto, tener identificación con nuestro cónyuge y evitar la crítica y el menosprecio.
Nos acercamos cuando valoramos los atributos y virtudes que cada uno tiene, no acumulamos resentimiento y perdonamos pronto los errores cometidos.
¿Qué daña la confianza? Los gritos y el maltrato. La descalificación. La burla y el menosprecio. La crítica constante. La comparación. El estar corrigiendo al cónyuge constantemente. El menosprecio. El irrespeto a sus sentimientos y opiniones. Los secretos.
Donde no hay confianza…
Hay temor. Se ocultan las cosas. No sienten la libertad de pedir la ayuda a su cónyuge. Ocultan sus errores y debilidades. Muchas veces temen a la reacción del cónyuge. No se ayudan entre ellos. Se critican mutuamente con frecuencia. No tienen la libertad de expresar sus opiniones. Llegan a conclusiones sobre las intenciones del otro sin tratar de aclararlo. No reconocen las virtudes del cónyuge, ya que solo ven sus defectos. Acumulan resentimiento el uno con el otro. Tratan de controlar la conducta de su cónyuge. Ocultan sus temores, enojos y dolores.Buscan razones para evitar pasar tiempo juntos.
Donde hay confianza…
Se disculpan con facilidad y no acumulan resentimiento. Pueden trabajar juntos y lo disfrutan. Se dedican tiempo el uno al otro. Aprecian las capacidades de su cónyuge. Ríen juntos. Se admiten los errores. La comunicación es fluida. Se sienten en la libertad de opinar sobre cualquier tema. Se respetan mutuamente. Disfrutan la compañía del cónyuge. Antes de juzgar las intenciones del cónyuge, preguntan para aclarar lo que pasó, ya que no pueden concebir que su cónyuge desee hacerles daño. Se aceptan las recomendaciones del cónyuge. Nunca se actúa con la intensión de humillar o herir. Se piden consejo y se ayudan mutuamente. Admiten sus debilidades y errores sin temor al rechazo. Se perdonan mutuamente con prontitud.
¿Cómo podemos hacer crecer la confianza en nuestro matrimonio?
Fortalezca su integridad: Tener confianza en el cónyuge, significa que tenemos la plena seguridad de que es la misma persona siempre. Es alguien que no actúa diferente dependiendo de la situación en la que se encuentre. Ser de una sola pieza, significa actuar de acuerdo con nuestros valores y lo que creemos. Esto crea seguridad, y aumenta la confianza en el matrimonio, porque nos permite vivir una relación comprometida y fundamentada en el amor que nos tenemos.
Cultive la transparencia en su matrimonio. Procure un ambiente donde es natural rendirnos cuentas mutuamente: no tengan contraseñas secretas, sea honesto sobre dónde estaba, con quién y cómo gastó el dinero. Incluso, si hay verdades incómodas o dolorosas, es mejor ser transparente. Recuerde: las personas fuertes admiten cuando se equivocan, y esto genera confianza. Las personas débiles ocultan sus errores o los justifican, y esto debilita la confianza.
Cuide de la vulnerabilidad de su cónyuge: Para que exista intimidad y confianza, nuestro matrimonio debe ser un lugar seguro para hablar sobre nuestros errores, miedos, fracasos, esperanzas y sueños. Después de ser vulnerables, necesitamos compasión, empatía y amor incondicional; no crítica y rechazo. Del mismo modo, por favor, tenga cuidado de no compartir estos detalles tan íntimos de la vida de su cónyuge con otros. Discutan qué temas íntimos se quedarán solo entre ustedes, y cuáles pueden discutir con otros en un espacio adecuado.
Las preguntas que surgen son:
¿Qué cosas debo mejorar para aumentar la confianza de mi cónyuge?
¿Debo pedir disculpas por algo que no hemos sanado?
¿Debo perdonar algo que ocurrió hace mucho y que aún recuerdo con resentimiento?
Si nos proponemos aumentar la confianza en nuestro matrimonio, la armonía crecerá, el ambiente será más agradable y pondremos un fundamento sólido en nuestra relación.
POR SARA SERVES
Dependiendo de la reacción a esta desorientación, el choque cultural puede ser un factor inhibidor a la adaptación al nuevo contexto y/o una experiencia de crecimiento personal en que la persona pasa a ser más consciente de quién es ella, pudiendo así, convertirse en una persona bicultural.
Las reacciones emocionales típicas del choque cultural son: ansiedad, confusión, frustración, extrañar, soledad, inseguridad, miedo, sentimientos de aversión y rechazo a la cultura receptora, estrés elevado. Nos sentimos fuera del contexto, un intruso, extranje ros.
En mi experiencia al inicio de mi llegada a Amazonas, todas las visiones exóticas, los olores de los alimentos, que muchas veces ya estaban descompuestos, la ansiedad por conocer lo nuevo, al pasar los años va desapareciendo. Nos sentimos confundidos y frustrados porque no entendemos lo que sucede a nuestro alrededor. Ese estado mental persistirá, hasta que aprendamos algunos de los hábitos de la lengua y de la cultura.
Recuerdo una situación muy difícil que me ha tocado vivir, esto fue al inicio de mi llegada a Amazonas. Fuimos a visitar una comunidad de un grupo étnico donde nunca había estado antes, no conocía nada sobre ellos, ni sus costumbres y tradiciones. En ese día llevábamos muchas donaciones en cajas para los niños de la comunidad, las cajas estaban pesadas llenas de ropa y útiles.
Al llegar a la comunidad, donde habíamos viajado por más de 6 horas en bote y estábamos cansados, observó que había un grupo de hombres sentados mirando nuestra llegada. Cuando nuestro bote para, nosotros comenzamos a llamar a esos hombres para que nos ayuden a descargar el bote diciéndoles que llevábamos regalos para todos los niños de la comunidad. En ese día había llovido y había mucho barro, teníamos que subir un barranco que estaba muy feo el camino para llegar hasta la comunidad para realizar nuestra actividad evangelística.
Cada vez que llamábamos a estos hombres ninguno de ellos respondió acercándose a ayudar. Entonces tuvimos que cargar nosotros mismos aquellas cajas tan pesadas, éramos 3 mujeres y un solo hombre en nuestro bote. Al comenzar a subir con estas cajas, recuerdo que por causa del barro me resbalé y caí de rodillas con todo el peso de esa caja, una mezcla de rabia se pasó por mi cabeza, y sin entender qué pasaba con esos hombres que no venían a ayudarnos, se me cruzaron tantas cosas en la cabeza.
Tuve que levantarme sola y lograr cargar nuevamente esa caja en mi hombro para poder continuar, mientras que los hombres solo hablaban entre ellos en un idioma que no entendía. Cuando llegamos a la casa del cacique o jefe de la comunidad, hablamos con él que aun faltaban muchas cajas para descargar, que habían quedado en el bote. En ese momento el cacique pronunció unas palabras en su idioma, y rápidamente estos hombres que solo nos observaban bajaron el barranco en busca de las cajas que restaban.
Yo necesitaba que alguien me explique que estaba pasando, hasta que un misionero que ya había estado trabajando con ellos por un periodo corto me dijo que los hombres en esa etnia no recibían ninguna orden de una mujer, que no permitían que ninguna mujer les enseñase ni tampoco les solicitó alguna cosa. Era duro esto para mí, porque se trataba de donaciones para sus hijos, pero luego entendí que no sabía nada de esta cultura y que debía entender y respetar sus costumbres.
Dios me enseñó que lo más importante en ese lugar era la formación de un obrero autóctono para discipular ese pueblo. Entendí que uno debe entender las barreras culturales que se presentan en cada lugar nuevo que entramos y que primero mi trabajo es conocer y aprender de cada grupo donde Dios me permite entrar.
Aceptar que con cada experiencia Dios va tratando nuestro corazón y nos prepara para trabajar con el pueblo que nos ha designado, que debemos ser pacientes para ver los frutos, maduros para no sentirnos mal al vivir algunas injusticias dentro de la comunidad o pueblo donde trabajamos o al ser rechazados.
Gracias a Dios hoy en ese lugar se cuenta con una iglesia y un pastor autóctono.
Recuperado de: Boletín del DNM
Por: Nathan Morris
Entonces Jesús se acercó a ellos y les dijo: «Se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra. Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo».
Mateo 28:18-20
En Mateo 28, Jesús hizo una declaración asombrosa a todos los creyentes, junto con lo que se conoce como la «Gran Comisión». ¿Qué podría ser más emocionante que una misión celestial que nos fue encomendada por el mismo Señor Jesús, con la promesa de la autoridad y el poder necesarios para cumplirla? Desafortunadamente, hoy en día, la «Gran Comisión» a menudo se ha diluido hasta convertirse en una gran sugerencia. Lo cierto es que Jesús nunca la sugirió, sino que la ordenó , y cualquier mandato de Jesús debe tomarse en serio si deseamos cumplir su perfecta voluntad en la tierra hoy.
La diferencia entre un mandato y una sugerencia es verdaderamente significativa. Una sugerencia implicaría que el mandato principal de Jesús para nosotros está sujeto a una cuidadosa consideración. Pero lo cierto es que si reflexionamos, esto puede llevarnos a una vacilación, la cual tiene el poder de producir inmovilización.
¿Será que necesitamos recuperar la verdad de las palabras de Jesús en Mateo 28 y ver la «Gran Comisión» con una nueva perspectiva? ¿Podría ser nuestra falta de fruto espiritual el resultado de nuestra vacilación y temor? Cuando Dios llamó a Pedro en Hechos 10 para llevar el Evangelio a las naciones gentiles, este fue un momento crucial para la iglesia primitiva. En medio de sus críticas, Pedro respondió al llamado porque el Espíritu Santo le habló y le dijo: «No dudes en ir». Allí mismo, en un lugar de consuelo, Dios le ordenó a Pedro que fuera sin dudar, ¡y Jesús nos llama a hacer lo mismo hoy!
Jesús nos recordó toda la autoridad que tiene en el cielo y en la tierra, y nunca debemos temer responder a su llamado con entusiasmo y confianza en que Dios está verdaderamente con nosotros. Jesús nunca nos instruyó a llenar edificios de gente, sino que su deseo es que vayamos y hagamos discípulos de todas las naciones. «Ir» es dejar tu lugar de comodidad, y «hacer» es crear y desarrollar a otros que puedan hacer lo mismo eficazmente.
Al redescubrir el verdadero mandato del cielo, abriremos un nuevo espacio para que el Espíritu Santo reavive una pasión ardiente por los perdidos como nunca antes . Si tomamos las palabras de Jesús como un mandato directo en lugar de una consideración, podríamos ver los resultados de una cosecha de almas en las naciones del mundo.
Romanos 10:14-15 dice: “¿Cómo, pues, invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin que alguien les predique? ¿Y cómo predicará alguien si no es enviado? Como está escrito: “¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian buenas nuevas!”
Tus pies son tu vehículo principal, y por lo tanto, ¡debes decidir dar un paso de fe! Cuando el apóstol Pablo mencionó la armadura de Dios en Efesios 6, describió muchas cosas que nos protegen del enemigo. Al hablar de nuestros pies, nos instruyó a mantenernos firmes, con los pies equipados con la disposición que proviene del Evangelio. ¡No dudemos más y estemos listos para ir con un mensaje que puede cambiar el mundo para la gloria de Dios!
Recuperado de: https://www.shakethenations.com/post/ready-set-go