Todas las historias merecen ser contadas

POR: GUSTAVO STOLARCZUK- Misionero en los Estados Unidos.
El llamado es personal y la misión es particular. Por eso todas las historias merecen ser contadas. No hay dos llamados iguales en la Biblia. Abraham, Moisés, Esther, David, Jonas, María, Pedro o Saulo, entre otros, tuvieron algo para hacer de parte del Señor con las
personas. Fue así que Dios llegó a ellos para darles a conocer su voluntad y encomendar la misión a realizar. Y sobre todo merecen ser escuchadas aquellas historias que han pasado el proceso y han llegado a feliz término. Porque el proceso es inevitable e impres-
cindible. Aunque no siempre es amigable o predecible.
El llamado de Dios es un suceso transversal, trascendental y determinante. No nos referimos solo a un llamado misionero. Todo llamado de parte de Dios marca un antes y un después. Desde el momento que la persona lo reconoce ya no es la misma. Nada es igual. Todo pasa a un segundo plano, tanto, que uno tiene que ubicarse con las respon-
sabilidades en el aquí y el ahora. Ya todo gira en torno a lo que uno entiende que Dios
quiere. Comienza a ser nuestro norte. Realizarlo es humanamente imposible; tanto, que
requiere la intervención divina para sostenerlo como para concretarlo.
En nuestro caso ese llamado fue en 2013, once años antes de llegar como familia al país.
No fue en un culto misionero, ni en un campamento o en un devocional privado. Un mensaje llegó por Facebook a Carina para mí. Fue simplemente una pregunta: “Pregúntale a Gustavo si está dispuesto.”. No sabíamos para qué, ni a dónde, ni tampoco cuándo.
Siempre estuvimos dispuestos a lo que Dios quisiera. Ahí dijimos que sí, luego veríamos
de qué se trataba y cómo lo haríamos. A partir de ese momento todo cambió. Difícil de explicar. Pero lo puedo describir así: como una catarata dentro mío. Fue entonces que comenzamos a orar buscando confirmación y dirección. El Señor mostró el país, EE.UU.; pese a los prejuicios con respecto al lugar. Esa “catarata” seguía tan fuerte que no permitía prestar atención a los comentarios de algunos. Y el Espíritu Santo confirmó como le pedimos: que hablara Él a nuestros hijos. Aunque eran pequeños, su apoyo era igual de importante. Dios habló en sueños a
Brisa, con 8 años. Esto fue determinante para seguir avanzado.
En 2015 hice un viaje para explorar y volver con la seguridad del lugar, Michigan. Siguió
un periodo de silencio para probar nuestra obediencia y disposición. Continuamos sin embargo preparándonos. Ya en 2021, en plena pandemia el Señor nos vuelve a ubicar en
sus propósitos.
“Habiendo hecho la voluntad de Dios” significa OBEDIENCIA a su voluntad. Es básicamente entregar nuestros sueños humanos, por una voluntad divina. RENUNCIAR voluntariamente a lo que podría haber sido y tal vez nunca lo volvamos a ver. Hacer su voluntad es OBEDECER a Dios que nos llamó. Es obedecer también a quien corresponde.
Aunque no entiendan o no aprueben nuestro llamado. Detrás del “no” de un líder, un
pastor, un padre, está Dios probando nuestra fidelidad, humildad e integridad. Muchas
veces el Señor probó nuestro llamado con aquellos que no respondieron como nosotros
pensábamos que debían: apoyando, aprobando, colaborando o empatizando. Para que “obtengan la promesa” se requiere FE. Fe para creer que el que llamó es fiel. Fe
para seguir adelante cuando todo es nulo, oscuro, incierto, absurdo, contrario o cerrado.
Cuando no hay respuestas humanas, es confiar y orar por socorro al que hizo los cielos
y la tierra y está por encima y antes que cualquier persona o institución que determine
nuestro futuro. Fe para ver concretado el llamado y poder pisar esa tierra.
Como dije, cada historia es diferente pero lo que moviliza a cada hombre y mujer es el
deseo y la pasión por servir al que puede cambiar una vida, una familia, un pueblo, una
tribu o una nación. JESÚS. Que tu sentir, si lo hay, sea probado. Si tu llamado está, sea
trabajado hasta materializarse y Cristo sea glorificado.