LA BATALLA DE NUESTRA MENTE

Por Dominic Yeo

Orador de la Convención UAD 2019

 

La mente cristiana siempre está en una continua batalla con el enemigo. ¿Pero cómo reconocemos esas batallas? ¿y como lidiamos con ellas?

Los tiempos han cambiado. Y como resultado, la verdad no es vista como un absoluto, y es subjetiva. Las líneas que definen lo bueno y lo malo son cada vez más difusas y lo que era una vez blanco y negro, hoy es gris. Vivimos en un mundo donde la información está disponible. El internet nos has dado la habilidad de alimentar nuestra mente con lo que queremos, en el momento que queramos. Sin embargo, este moderno bendecido día viene con enormes escollos – haciéndonos más vulnerables a alimentar nuestra mente con información que parece buena, pero proviene de desconocidas o cuestionables fuentes.  Esto se convierte en un desafío mayor para los cristianos que alimentan sus mentes con cosas que son correctas y bíblicas. Por lo tanto, es crucial que honestamente reveamos nuestras creencias y desarrollemos fuertes convicciones en contra de los puntos de vistas del mundo. La batalla por nuestra mente es real y debemos aprender cómo manejarnos para que nuestra mente emerja victoriosamente.

Romanos 12:2 dice “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.”

La mente es el campo de batalla de Satanás, por eso es que la Biblia nos dice que debemos transformar la mente a través del renuevo. Si nosotros los cristianos no estamos capacitados para discernir la verdad, fácilmente caeremos en las palabras mentirosas y decepcionantes. Lo que sucede en nuestras mentes se convertirá en lo que hacemos y lo que hacemos refuerza en lo que nos convertimos. ¿Cuáles son los principales campos de batalla para nuestra mente?

 

Campo de batalla # 1: La lógica y el racionalismo

«Tengo razón en mi perspectiva o posición porque la verdad es relativa».

Jesús dijo que Él es el camino, la verdad y la vida. Si bien hay muchas verdades universales, todas están sujetas a la verdad absoluta de la Palabra de Dios, su naturaleza y su orden.

La base en la creencia de que «la verdad es relativa» proviene de la lógica, la justificación y la racionalización. No está mal para nosotros ejercer nuestras facultades mentales, pero si nuestras facultades mentales son el ser y el fin de la vida, ¿dónde está el lugar de fe, obediencia y convicción en la Palabra de Dios? Aunque las Escrituras son muy claras en ciertos temas, las personas que eligen racionalizar pueden encontrar y torcer las Escrituras para justificar sus acciones. Por ejemplo, uno puede justificar no diezmar al racionalizar que deben ser buenos administradores financieros para su familia. Otro puede justificar salir con un pre-creyente al racionalizar que están evangelizando a la persona que aman. Para el donante renuente le preguntamos: «¿Dónde puede proveer su fe en Dios?» Para el enamorado/a le preguntamos: «¿Dios no nos advierte sobre un yugo desigual?» Si bien podemos experimentar Sus bendiciones en medio de nuestro pecado deliberado, la realidad es que estas bendiciones son el resultado de la gracia de Dios derramada en nuestras vidas.

Por lo tanto, para continuar justificando nuestras “andanzas”, para continuar pecando aun cuando sabemos que le causa angustia a Dios, hacemos explotar la gracia de Dios en nuestras vidas. El peligro de racionalizar es que no parece raro de forma inmediata. Sin embargo, cuando la racionalización se termina manifestando completamente, el creyente ya no camina en fe. Sino que termina guiado por el espíritu de orgullo. Proverbios 16:18 nos advierte que, » Al orgullo le sigue la destrucción; a la altanería, el fracaso.».

El problema es que muchos de nosotros pensamos que lo sabemos todo. Alimentamos nuestras mentes con todo tipo de información de Internet y fuentes desconocidas en las redes sociales. Nos enorgullecemos de nuestro conocimiento «adquirido» hasta el punto en que ignoramos la buena enseñanza; elegimos confiar en nuestras facultades mentales en lugar de la Palabra de Dios.

«Estoy bien siempre y cuando no peque por mis acciones».

Algunos optan por justificar sus pensamientos con una indulgencia interna reprimiendo la expresión externa de esos pensamientos: «Mientras mis acciones sean justas, puedo continuar entreteniendo pensamientos equivocados». Tomando la pornografía como un ejemplo de esto. Podemos ver que algunos cristianos se permiten disfrutar de estas imágenes lujuriosas porque no se han involucrado en el acto físico del sexo o la masturbación. Por lo tanto, no creen que están cometiendo un pecado. Sin embargo, al no tomar la autoridad de este pecado secreto, le permiten a Satanás empujar los límites de sus mentes y confundir sus convicciones.  Es incorrecto creer que el señorío de Cristo es solo para el hombre espiritual. Las Escrituras mandan explícitamente que debemos: «Sean santos, porque yo soy Santo» (1 Pedro 1:16). La santidad no es simplemente un estado de ser, lo abarca todo e involucra la integridad completa del alma, la mente, y espíritu. Si no se controla, la compartimentación de nuestros pensamientos frente a nuestras acciones se infiltrará en otras áreas de nuestra vida. Así es como muchos cristianos, incluidos los fuertes, caen en un fracaso moral.

El teólogo y filósofo cristiano, Dr. Francis Schaeffer, ofrece el siguiente resumen: «Cristo es el Señor de todos, en todos los aspectos de la vida. No sirve de nada decir que Él es el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin, el Señor de todas las cosas, si Él no es el Señor de toda mi vida intelectual unificada. Soy falso o estoy confundido si canto sobre el señorío de Cristo y logro retener áreas de mi propia vida que son autónomas. Esto es cierto si es mi vida sexual la que es autónoma, pero es al menos igualmente cierto si es mi vida intelectual la que es autónoma, o incluso mi vida intelectual en un área altamente selectiva. Cualquier autonomía está mal. La ciencia autónoma o el arte autónomo están mal si por ciencia autónoma o arte queremos decir que está libre del contenido de lo que Dios nos ha dicho. Esto no significa que tengamos una ciencia o arte estático, todo lo contrario. Nos da la forma dentro de la cual, siendo finito, la libertad es posible «.

Si no adoptamos un enfoque integral de la santidad, corremos el riesgo de caer en un fracaso moral. Por lo tanto, debemos estar dispuestos a mirar honestamente nuestras creencias y elegir cambiar antes de que nuestras convicciones degradadas afecten negativamente nuestro estilo de vida o nuestras relaciones con los demás.

 

Campo de batalla # 2 Decepción de la mente

«Nunca tendré suficiente». «Nunca seré como». «No soy lo suficientemente buena.»

 

¿Alguna vez se sorprendió haciendo estas declaraciones negativas en su mente? Si bien estos son pensamientos comunes, cuando se repiten constantemente, podrían convertirse en una parte poco saludable de nuestra psique. La Biblia deja muy claro que, como creyentes, somos más que vencedores en Cristo. ¡Las Escrituras también nos exhortan a recordar que podemos hacer todas las cosas a través de Cristo!

Los pensamientos negativos constantemente entretenidos pueden traernos uno de los siguientes patrones de pensamiento destructivos: competencia poco saludable o un complejo de inferioridad.

Competencia poco saludable: un patrón de pensamiento en el que vemos el éxito de los demás como negativo en lugar de inspirar o motivar. Este patrón de pensamiento agrega estrés indebido y, si no se pueden cumplir los objetivos, puede llegar a un estado de depresión.

Complejo de inferioridad: un patrón de pensamiento donde vivimos en un mundo de pequeñez, sin entrar nunca en todo lo que Dios había planeado para nosotros. Lamentablemente, muchos de nosotros seguimos siendo «potenciales» sin experimentar satisfacción porque hemos permitido que estos pensamientos engañosos nos encierren.

“¿Qué pasa si esto sucede? ¿Y si eso sucede?

Este estado de preocupación y ansiedad constantes busca insertar presiones y preocupaciones abrumadoras (tanto reales como imaginarias) en nuestra mente, evitando que demos un paso en la fe para ver el poder de Dios para trabajar en nuestras vidas. Tal engaño puede hacernos pensar demasiado o sacar conclusiones precipitadas sobre eventos que pueden no ocurrir.

Sin saberlo, entronizamos nuestras preocupaciones y ansiedades y destronamos a Dios en nuestras mentes. Estos pensamientos, tanto mental como emocionalmente, nos chuparán la vida.

«Siempre me pasan cosas malas».

«Como un hombre piensa, lo será». Este patrón de pensamiento es la clásica profecía autocumplida de la fatalidad. Nuestros pensamientos están intrincadamente conectados a nuestros comportamientos, y el engaño puede eliminar las imágenes negativas de forma desproporcionada. La realidad de la vida es que las cosas malas pueden suceder incluso a personas buenas debido al pecado. Sin embargo, proyectar continuamente consecuencias negativas niega la obra de Cristo en la cruz. Cada poder de Satanás fue quebrantado en la cruz. En la resurrección, Cristo nos dio su victoria. Como creyentes, debemos afirmar y creer que Él nos ha dado la victoria y la libertad. ¿Cómo podemos ser victoriosos en esta batalla épica por nuestras mentes?

2 Corintios 10:4-6 nos recuerda: “[…] porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo, y estando prontos para castigar toda desobediencia, cuando vuestra obediencia sea perfecta.”

Necesitamos conocer la Palabra de Dios. Deberíamos invertir tiempo en encontrar Escrituras que traten específicamente con la batalla por nuestras mentes. También necesitamos rezar constantemente estas Escrituras en nuestras vidas para evitar que los pensamientos negativos tengan la oportunidad de manifestarse en nuestras vidas. Cuanto más íntimos seamos con la Palabra de Dios, mejor podremos discernir las sutilezas de esta batalla. Al igual que un cajero de banco que maneja notas día tras día, podemos agudizar nuestras habilidades y aprender a reconocer cuando se nos presenta un pensamiento negativo. Al declarar a Cristo Señor absoluto de nuestras vidas y morar en su Palabra, estaremos protegidos de las mentiras y los engaños del enemigo. La Biblia dice que la Palabra de Dios es más aguda que cualquier espada de dos filos. Cuando vivimos alineados con la Palabra de Dios, las mentiras y mentiras serán expuestas. La Palabra de Dios nos limpiará de los engaños y la racionalización de nuestras mentes. Necesitamos demoler cada pensamiento equivocado y ponerlo bajo el cautiverio de Cristo. La Palabra de Dios debe ser la única autoridad para la fe y la práctica en nuestras vidas.

Debemos usar la Palabra de Dios para gobernar nuestros pensamientos y acciones, para arrestar y destruir cada pensamiento equivocado antes de que crezcan sin control. Necesitamos ser deliberados al examinar nuestros pensamientos y actuar de acuerdo con lo que las Escrituras aprueban, niegan o rechazan. No podemos tener pensamientos negativos o impuros para que la racionalización y el engaño no entren en nuestras mentes.

Debemos aprender a mirar honestamente nuestras creencias y dirigirlas hacia Cristo, dejar a un lado nuestro orgullo y permitir que el Espíritu Santo busque en nuestros corazones áreas que no están completamente sujetas a Él. Todo esto se hace en el campo de batalla de la mente, nuestra vida mental. Nuestra vida de pensamiento debe ser disciplinada por el Espíritu y la Palabra. El apóstol Pablo instruyó a la iglesia a renovar nuestras mentes por medio de la Palabra de Dios. Así es como podemos demoler las fortalezas de la racionalización y el engaño. Una vez que seamos guiados y guiados por el Espíritu y la Palabra, habrá un nacimiento de convicciones y el fortalecimiento de las creencias, demoliendo así el trabajo previsto del enemigo. Una de las cosas más importantes que usted y yo tenemos es el poder de elección, para decidir qué haremos y qué no haremos. A diferencia del resto del orden creado, no tenemos que sucumbir a nuestros instintos naturales: ¡tenemos libre albedrío! Ejercita tu libertad eligiendo creer en la Palabra de Dios en lugar de las palabras del enemigo.

Debemos formar amistades piadosas que puedan ayudarnos, apoyarnos y corregirnos. Nunca fuimos destinados a caminar solos en este viaje de fe. Es por eso que mi lema en la vida es: «Nunca caminas solo». La comunidad cristiana es una que nos ayudará a responsabilizarnos de nuestro crecimiento y desarrollo individual, para alentarnos y ayudarnos a lograr la restauración en Cristo. » Hierro con hierro se aguza; Y así el hombre aguza el rostro de su amigo.» (Proverbios 27:17)

Por lo tanto, si estás luchando constantemente con batallas en tu mente, te animo a que rindas cuentas ante un líder espiritual para la oración y el apoyo. El enemigo intentará atarte con mentiras de vergüenza y culpa, pero no tienes que luchar solo en estas batallas. Una vez que salgas y hables sobre tus luchas, el agarre se aflojará y podrás comenzar ese viaje hacia la libertad.  Gálatas 5:1 nos recuerda que, “Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud.”

Sigamos renovando nuestra mente, llenándola con cosas que son correctas y bíblicas. Mantengámonos firmes en nuestras convicciones y volvamos nuestros pensamientos hacia Cristo, porque sabemos que ya tenemos la victoria en Él.

LA VIDA DESPUÉS DEL DOLOR

Por María Mattia

 

A lo largo de mi vida siempre tuve la inquietud de coleccionar frases o dichos que me impactaran. Podría mencionar un sinnúmero de ellos, pero hay una que particularmente llamo mi atención “Si la vida te da limones has limonada”. Me gustó tanto que la apliqué en charlas y mensajes, cuantas veces pude. Lo que nunca imaginé es que con el transcurso de los años me tocaría vivirla, y a diferencia de enojarme entendí que el soberano Dios me estaba preparando de esa y tantas otras maneras para lo que luego tendría que enfrentar.

Mi vida era hermosa al lado de mi esposo, Cirilo González, un cantante y adorador. Juntos servíamos a Dios llevando el mansaje de su palabra y adoración por todo lugar. Y así llegamos a visitar distintas naciones, y viendo el obrar de Dios sobre las vidas. Pero un día, tras una caída, mi esposo queda afectado y físicamente no vuelve a ser el mismo; después de exhaustivos estudios nos enteramos que padecía mal de Parkinson. En esta degenerativa las células del cerebro mueren cada día. Al comienzo pudimos manejar bastante bien esta situación, y gran parte de nuestro ministerio lo desarrollamos en ese período, pero en el transcurso de los años su enfermedad se agravó lo que en el último tiempo tenga que detener las obras que llevábamos adelante con el ministerio. Sumado a esto, en medio de esta situación mis padres, ya mayores, se les hacía muy difícil estar solos y al ser única hija, me hice cargo de ellos.

Fueron años de procesos en donde ejercí enfermería y medicina, sin haber estudiado. Sería muy largo de explicar este período de dolor, viví situaciones límites donde experimenté una fuerza invisible pero real, de un Dios tan personal. Pasé de ser la predicadora a conferencista por priorizar a mis seres queridos. Pero hubo algo que nada ni nadie pudo quitarme, el sentido de propósito que Dios puso en mi vida y por el cual viví. Sabía que era una mujer con un llamado de Dios y eso fue por lo cual determiné que esas situaciones pasajeras no me vencerían SU propósito.

En primer lugar, luché por avanzar el propósito por el cual estaba en esta tierra: mi llamado. Y eso dio sentido y seguridad a mi vida, desarrollando en mí el poder de resiliencia. En segundo lugar, no perdí el gozo y la alegría de estar viva: “[…] el gozo de Jehová es vuestra fuerza” (Nehemías 8:10). Había en mí una fortaleza interior para continuar cada día y alentar a mis seres querido que lo único que tenían era a mí y no me permití caer. En tercer lugar, grabe dentro de mí que nadie muere en el proceso, Dios estaba utilizando este momento en mi vida con este fin, y luego él me llevaría a otro nivel a otra dimensión, entendí que, aunque no veía lo que anhelaba ver, el Señor estaba a mi lado como poderoso gigante y que llegaría el día en que todo pasaría, no fue fácil sino no sería un proceso. Hoy todos mis seres queridos descansan junto a Dios y me queda la satisfacción de haberlos cuidado y honrado hasta el final, y soy feliz por lo que hice. Fue un verdadero privilegio cuidarlos. Si bien mis seres queridos ya no están, no me siento vacía, porque tengo un Dios que lo llena todo y en todo. Él una vez más me levantó y posicionó sin tener que haber hecho algo siquiera. Voy segura porque EL abre caminos delante de mí y cuando miro atrás por un momento, no siento dolor, porque entendí que no fue una carga o una desgracia, sino fue un privilegio, un regalo, compartir sus últimos momentos junto a mis padres y a mi esposo, un siervo de Dios.

Hay vida después del dolor, hay una vida abundante cuando encontramos el propósito. Hay vida después del dolor, en la sanidad que experimentamos y podemos tener empatía con los que sufren. Creo en el volver a empezar, siento a donde quiera que vaya el amor de una familia. Él me lleno de gracia, favor y las personas me hacen sentir tan amada, es un regalo maravilloso: el cariño de la gente.

Recuerdo el pasaje en Daniel 3:17-25, los tres jóvenes que fueron tirados en el horno de fuego, el cual estaba calentado siete veces más de lo usual. Los encargados de tirarlos dentro del horno murieron a causa de las quemaduras. Es allí en donde dice la escritura que dentro del horno se veían pasear a cuatro varones, quienes no tenían daños, y el cuarto de ellos era semejante al hijo de los dioses, ósea, el Señor camino con ellos. Cuando salieron los jóvenes del fuego, el relato nos dice que no se habían quemado ni sus ropas, ni el pelo, y ni siquiera el olor a fuego tenían. Y es allí donde aprendí que en el horno de aflicción solo se queman las ataduras del pasado. Cuando Dios es el que camina a tu lado, ni siquiera el olor te queda de tu horno de aflicción.

Yo creo en la vida después del dolor. Hay que decidir volver a ser feliz, a vivir y no solo a existir.

Ver la sanidad en el alma, eso solo Dios lo puede hacer cuando le damos lugar. Hoy es un nuevo día para volver a empezar y vivir en plenitud.

Y como dije al comienzo: la vida me dio agrios y amargos limones, pero Dios a hacer de ellos las más ricas y dulces limonados.

CONOCER AL ADVERSARIO

Por Carlos Annacondia

 

Sin embargo, muchas veces los creyentes ignorar al diablo, pensando que de esa manera no serán atacados o que es algo de lo que no hay que preocuparse. Pero él es nuestro adversario, y debemos conocer con qué armas cuenta.

Nuestra lucha es contra el diablo y su ejército. Él es nuestro enemigo. ¿Podemos entonces hablar de él? Claro que sí. Es un diablo derrotado, vencido. Pero es necesario que la Iglesia conozca ciertas cosas de él: ¿cuál es su objetivo, a qué vino, cuáles son sus artimañas? Ningún hijo de Dios debe tener temor de hablar de los propósitos de Satanás. Él debe ser descubierto. He conocido mucha gente que tiene temor hasta de pronunciar su nombre, pensando que tal vez si lo ignora estará fuera de su alcance. El diablo fue vencido, lo venció Jesús, y Él nos dio autoridad para que lo venzamos también nosotros. Ignorarlo no hará que nos respete.

Dice la Palabra del Señor en Juan 10:10 que él vino para robar, matar y destruir. Su único propósito en esta tierra es perturbar y destruir completamente la creación de Dios, a nosotros, sus hijos. Al diablo no le importará la actitud que tomemos. Siempre seremos su blanco y su objetivo.

Una cosa es glorificar al diablo y ver demonios por todos lados, y otra cosa es ignorarlo. Es un severo peligro creernos inmunes. Creer que Satanás no puede tocarnos es un riesgo. Él no nos toca si vivimos plantados en la Palabra. Por eso el apóstol Pablo dice que debemos ser llenos del Espíritu Santo y no darle ocasión al diablo, para que no tome ningún lugar en nuestra vida: “ni deis lugar al diablo” dice Efesios 4:27.

Debemos vivir en santidad, firmes en la Palabra de Dios, porque el diablo nos toma cuando nos descuidamos. Una de sus principales armas es infundir temor sobre aquellos que pretendemos descubrirlo o hacerle frente. Pero todo aquel que lo resiste debe saber que tiene autoridad dada por Dios para ordenarle en el nombre de Jesús. Podrá presentar muchas formas y manifestaciones, pero él es mentiroso y no puede desoír ni desobedecer la autoridad que tenemos en el nombre de Jesús.

EL NACIMIENTO DE UNA IGLESIA

Por Carlos Sokoluk

La llegada de un bebé deseado siempre es motivo de alegría. Es innegable que con el arribo del nuevo miembro de la familia se produce una renovación y cambios que afectan a todos los miembros.

Un bebé tiene la capacidad de nuclear no solo a los familiares sino aun a los amigos y conocidos. Hasta opinan sobre la elección del nombre. Todos se involucran aportando de lo que tienen o lo que saben. La abuela teje los escarpines, el abuelo hace gala de sus habilidades en la carpintería fabricando una cuna. Cada uno hará una parte: el que sube las fotos a las redes sociales, el papá que pinta la habitación con el color apropiado, el hermanito apenas un poco mayor se encarga de darle el chupete casi como si fuera un tapón para que no salga más llanto, el adolescente (quizá aprovechando que sus amigos no lo ven) sacia su curiosidad y necesidad de brindar afecto levantando en brazos a ese pequeño familiar. Las tías y amigas de la mamá hacen lo suyo obsequiando ropitas “paquetísimas” para que el bebé luzca irresistible. Hasta el perro participa sentado en silencio al lado del “cochecito” cumpliendo con su deber de montar guardia. Y por sobre todo la mamá se encarga de alimentar, proteger y ocuparse por entero de las necesidades del exigente recién llegado.

Todos querrán tener algo que ver cuando haga falta y aportarán algún consejo y ayuda oportuna cuando surja alguna situación que demande preocupación.

La rutina de los integrantes de la familia, los horarios y hasta sus hábitos se verán modificados. De un modo semejante toda la familia de la U.A.D. hoy aguarda con muchas expectativas lo que está por suceder en su medio. Hay noticias de muchos embarazos que en algunos meses se convertirán en bebés, o sea “las iglesias nacientes”. Todos vamos a participar de la alegría, a la vez que nos amplía la visión y redirecciona nuestro ministerio. Nuevas perspectivas atraerán la atención pastoral, asumiremos nuevos desafíos, tendremos grandes expectativas.

Si la iglesia madre es saludable, todo esto ocurrirá no sólo una vez sino cada nueva iglesia que se planta. ¡Será como una inyección de vida! Los miembros de la congregación tendrán oportunidad de ministrar con sus dones. Habrá lugar para la creatividad de los jóvenes, para el aporte de la experiencia adulta, para ser parte de la intercesión y de los milagros que van a ocurrir. El emprendimiento es grande, pero sin lugar a dudas muchos están esperando que esta puerta se abra para apoyar.

Nuestra iglesia de Argentina ya está inmersa en las actividades evangelísticas en sus diversas modalidades, en organizar los departamentos, en las ofrendas para la compra de terrenos, en la construcción de los templos. Todo esto hará que pastores, obreros, hombres, mujeres, jóvenes y aún adolescentes, luego de haber dado lo mejor de sí mismos, disfruten del resultado de su trabajo al ver las almas a los pies de Cristo, vidas cambiadas, familias restauradas cumpliendo así la voluntad de Dios. Cada uno habrá sido parte de la transformación del nuevo “bebé” en una bien desarrollada y saludable iglesia.

PAPÁ NARANJO

El querido pastor Naranjo, mejor conocido como “Papá Naranjo” sería profundamente afectado en sus inicios por el impacto de la cruzada de Tommy Hicks y el pastor Louie Stokes. Recordemos su historia: Muy pocas comarcas en el mundo han experimentado la rápida transformación social que le tocó vivir a San Nicolás de los Arroyos, en la provincia de Buenos Aires, casi en el límite con la provincia de Santa Fe, en Argentina. A fines de la década del ´50 y durante la del ´60 esta población recibió una importante cantidad de nuevos habitantes que buscaban mejores horizontes en esa resurgente ciudad. Los atraía el auge industrial de la zona, como consecuencia de la entonces nueva planta siderúrgica.

Pero el acero y las industrias no fueron lo único que trajeron cambios a San Nicolás; Dios levantó allí un pueblo pujante que, entre 1955 y 1967, creció de 200 a más de 8.000 creyentes y con 18 nuevas iglesias. ¡El 4.000 por ciento en solo 12 años! Más asombroso es el hecho de que el 80 por ciento de este trabajo lo realizó una comunidad que, en sus inicios, no superaba las 20 personas. Desde este punto de vista, el crecimiento sube a un 32.000 por ciento. Significativo, ¿no?

La personalidad clave en este trabajo fecundo se llama Carlos Naranjo, un bonaerense hijo de inmigrantes españoles que, por el año 1942, cuando tenía 20 años, acababa de entregar su vida a Jesucristo y se congregaba en una iglesia de los Hermanos Libres, en Buenos Aires. El evangelista Fernando Vangioni, de su misma edad, fue quien lo guió al Señor.  Al llegar a los 30 años, a Carlos lo nombraron anciano en su iglesia local.

En el año 1955, la compañía donde trabajaba lo destinó a San Nicolás de los Arroyos, con la misión de dirigir el montaje de una nueva planta industrial, pero algo tremendo ocurrió antes de salir de Buenos Aires. Hacía ya un largo tiempo que la familia Naranjo sufría junto a Rosalía (la esposa) por la grave enfermedad que la aquejaba. No se podía hallar cura para ella, y su situación empeoró a tal punto que llegó a ser considerado un caso perdido por los médicos que la asistían.

Entonces, Buenos Aires presenciaba la Campaña de Tommy Hicks, y cuando Rosalía de Naranjo estaba pasando por lo que los doctores consideraban sus últimas horas, alguien le sugirió a Don Carlos que llamara a uno de los colaboradores de Hicks, el misionero Louie Stokes. Rápidamente el Rvdo. Stokes llegó al lugar. De su Biblia, leyó el Salmo 103 y oró por ella. Un milagro ocurrió. Ella se sanó inmediatamente, y levantándose de su cama se abrazó a los suyos, alabando al Señor por su amor y su poder. Salió a la calle a dar testimonio a los vecinos, quienes habían visto su anterior estado de postración y fatalidad. Ellos ahora veían la obra de Dios en ella. A partir de este momento, la familia Naranjo se entregó más profundamente al Señor. Al poco tiempo, viajaron a San Nicolás.

Al instalarse en esa ciudad, los Naranjo comenzaron a hablar de Jesús a quienes podían. Don Carlos guio así a varios de sus empleados, mientras que su esposa lo hacía con vecinos. Con el tiempo, una iglesia surgió, y le pidieron al Rvdo. Stokes, en Buenos Aires, un pastor para esta incipiente comunidad. El pastor llegó, pero al año abandonó la tarea pues pensaba que en esa área no había potencial para trabajar efectivamente con una iglesia.

Don Carlos Naranjo había concluido su misión de montar la planta industrial; había terminado la misión que lo había llevado hasta allí, pero al mismo tiempo había comenzado otra: la de predicar el evangelio a cuanta persona podía. Su empresa lo reclamaba de vuelta en Buenos Aires, y al mismo tiempo su Señor lo reclamaba allí mismo.

Don Carlos quedó a cargo de la pequeña iglesia, con la promesa de que enviarían al primer pastor disponible. El pastor prometido nunca llegó, pero ese pequeño grupo se comprometió delante de su Señor a llevar el mensaje que Él les había encomendado. Frecuentemente, en sus predicaciones, Don Carlos le decía a su iglesia: “De esta congregación saldrán los obreros que invadirán a San Nicolás con el evangelio”, y las ancianas que conformaban la pequeña congregación comentaban en el atrio: “Pobre Don Carlos, ¿con nosotras querrá hacer eso?”. El Señor fue “agregando a la iglesia a aquellos que habían de ser salvos”, y esa pequeña comunidad se transformó en una iglesia madre de la cual salieron muchas iglesias hijas.

Cabe destacar que entre los convertidos bajo el ministerio del pastor Naranjo estarían Omar y Teresa Silvoso quienes serían pastores por 16 años en Villa Constitución.

*Extracto del Libro “El Legado”. Si desea adquirirlo comuníquese con las oficinas de la UAD.

DESCUBRIENDOME

Por Silvia Serantes

            Como nunca antes hoy me miré en mi espejo de la vida y pude descubrir en él a una mujer real, sin maquillajes ni ornamentos, observé detenidamente la imagen que al pasar los años ha quedado, esa que revela en forma visible, en cada uno de sus rasgos, los momentos que ha tenido que atravesar.

Hoy como nunca antes pude decirle a Dios que me contara como me ve, dejando en sus manos todas aquellas miradas que me siguen, y creo que esperan que en el futuro sea aún mejor. Pude escuchar su opinión acertada, clara y franca acerca de mí misma. Soy esposa de pastor y madre, vivo una vida diferente, tal vez muy lejos de la ideal, o mejor dicho de aquella que te enseñan los vendedores de sueños. Una de las marcas que veo es la que ha dejado la decepción, la prueba que hace que madure, crezca y ame de verdad. Porque ella me ha llevado a dejar ir aquello que no es como he esperado y caminar en mi realidad, que paradójicamente, es en la realmente soy feliz. Alguna de las arrugas me recuerda de mis preocupaciones, aquellas que me quitaron el sueño y me llenaron de ansiedad, y en alguno de los casos también lograron enfermarme, pero fue allí que aprendí a “llamar lo que no es como si fuera” y a orar de verdad y confiar en EL. Tal vez puedo descubrir la soledad, pues vivo rodeada de gente, muchos que me aman y me acompañan, pero pocos con los que realmente puedo abrir mi corazón cuando necesito que me escuchen en silencio y no me juzguen, y sobre todo escuchar un consejo sincero y confidencial. Por ahí puedo que ver alguna que otra tristeza por algún ser querido que ya no está o se fue lejos dejando un vacío en el corazón.

Mirando el espejo pude descubrir a aquella mujer que atravesó la primavera de los sueños e inocencia, donde Dios me presentó a mi compañero de vida. El verano del arduo y esforzado trabajo, donde Dios me desafió y me sostuvo, sobreviviendo a los avatares que impetuosamente venían contra la familia, la economía, la salud y todo lo que daba a mi mundo significado. Finalmente me descubro en mi otoño, aquella etapa crucial donde me veo obligada a soltar, porque las hojas van y vienen, pero mi esencia permanece, y mirando mi pasado puedo decirle a Dios “renuévame” pues quiero disfrutar plenamente de todo lo que tengo. Llegará el invierno donde el frío cubrirá mi escenario, pero los sueños seguirán vigentes porque se proyectarán a través del legado que tendré que dejar en aquellos que están iniciando su primavera.

Por eso hoy como nunca antes agradezco el gran privilegio de haber sido escogida para esta maravillosa tarea, agradezco por tantos desafíos, tantas aventuras y riesgos.

Agradezco por aquel día de milagros y cielos abiertos, pero también por el día gris donde el silencio frío llegó hasta mis entrañas.

Agradezco por cada compañero de este viaje, por los que aún están firmes, te alientan y animan para que sigas, y por los que me enseñaron que no era tan fácil, esos que ponen obstáculos que resultan finalmente ser escalones de tu crecimiento.

Por eso hoy como nunca antes ruego a mi Señor esa sabiduría de lo alto que me lleva a vivir cada día a la vez, guardando mi corazón, respetando mis prioridades y enfocada en lo que trasciende, entendiendo que mis mayores resultados están dentro de mi casa, cuando puedo mirar a mis hijos a los ojos y recordar cada instante de su niñez porque allí estuve presente, cuando mirar hacia atrás solo me trae añoranza, pero no tristeza porque fui y soy feliz.

De eso se trata la vida, verme como Dios me ve permitirle que me siga transformando y modelando, soltando rápido para que nada se me pegue y atesorando firme los valores y principios que sostienen mi equilibrio.

De esto se trata el llamado ministerial, gente sencilla, llena de falencias, nada de grandezas, ni logros personales, solo alcanzados por una gracia inmerecida que nos ha convertido en eternos deudores de quien nos amó para siempre, ya no somos dueños de nuestra vida solo administradores de ella.

MALABARISMO: LA DIFICULTAD DE MANTENER EL BALANCE

Por Benjamín Grams

Al meditar sobre qué tema puede ser de mayor provecho para un ministro, comencé a preguntarme: ¿Qué es lo más cercano a su corazón? Lo primero que viene a la mente es Dios, la iglesia y los perdidos. Sin estas tres, este siervo no tendría la motivación para soportar las dificultades que vienen al estar en el ministerio. Sin embargo, hay algo más… Algo que quizás, con demasiada frecuencia, perdemos de vista su valor. Esta piedra preciosa es nuestra familia, en especial: nuestros hijos. El hijo de ministro (HdeM) es una persona que, por el contexto en el que se cría, desarrolla ciertas tendencias que forman su carácter, teología y manera de socializar. A continuación, iremos en detalle en algunas características observables en los HdeM que explicarán ciertos comportamientos y actitudes de sus hijos.

Síndrome de pecera: Lo más común es que sus hijos experimenten dicho síndrome. La iglesia entera los está observando, ya sea para bien o para mal. Esperan que actúen mejor que todos los otros niños de la congregación para que sean un ejemplo para el resto. Toda acción que ellos tomen se examina en detalle. ¿Tocaron en la alabanza? ¿Faltaron al culto? ¿Prestaron atención o hablaron con sus amigos durante el sermón? ¿Qué tipo de ropa usaron? La presión que esto ejerce sobre sus hijos los puede motivar a actuar de la mejor manera, de la peor manera o, lo más común, convertirse en los mejores actores de la congregación. Ellos se dan cuenta de que si actúan de cierta forma, la congregación lo aprobará, entonces dicen o hacen lo que se espera de ellos sin que venga del corazón. Un hijo de ministro sabe exactamente hasta dónde levantar las manos y en qué momento para impresionar a todos, pero su mente puede estar en cualquier otro lado. El problema de este síndrome es que como padres, si no tenemos discernimiento, pensaremos que está todo bien y que nuestros hijos son los más espirituales. Si no lo detectamos, ellos continuarán con los gestos pero sin el corazón hasta que se enfríen por completo delante de Dios. Ellos experimentan un alto nivel de expectativas de la gente que los rodea y sienten que todos, inclusive Dios, los están mirando en todo momento esperando a que se equivoquen. Esto hace que en el colegio, el único lugar en donde ellos sienten que pueden ser sí mismos, estén constantemente probando límites y tomando malas decisiones como forma de rebeldía en el lugar donde es permitido. Es imprescindible crear un ambiente donde se sientan cómodos para ser transparentes con ustedes, donde puedan incluso expresar sus dudas e inquietudes sobre su creencia en Dios, el pecado, la sociedad y sus propios pastores (ustedes). El momento en el que dejamos de ser sus oídos, ellos dejarán de hablar.

El peligro aumenta si sus propios padres agregan a esta presión. Si sus hijos sienten que están tomando el lado de la congregación por sobre sus propios hijos al decirles que esperan más de ellos, la obra de teatro continuará en casa también. Sé que es difícil balancear el ministerio, el “¿qué dirán?” y temer que la gente no respete su autoridad si “sus propios hijos no la respetan”, pero debemos recordar algunos puntos: son niños, déjelos ser quienes son y, nunca podremos satisfacer a la iglesia entera. Obviamente no estoy diciendo que hay que permitir que interrumpan la reunión ni mucho menos, pero si ponemos sobre ellos una expectativa desmedida y mucho mayor a la que tienen los otros niños de su edad, ellos se cerrarán con nosotros y lo resentirán.

Síndrome de los hijos de Elí: Sus hijos están en la iglesia constantemente. Conocen a todos y se enteran de todo. En casa tendemos a hablar sobre los problemas dentro de la iglesia, porque es el único lugar donde podemos hablar sobre algunos temas. Nuestros hijos son esponjas y tienden a escuchar y absorber todo. Los HdeM ven detrás de escenas, saben de las luchas del pastor de jóvenes o del líder de alabanza. No miran de la misma manera a las personas en autoridad. La sobre-familiarización de las cosas de Dios hace que pierdan su respeto, reverencia y admiración hacia ella. Cruzarán líneas que otros ni se atreven a tocar. Este síndrome desarrolla un corazón de rebeldía.

Como padres, algo que debemos hacer para contrarrestar esto es mantener esas charlas confidenciales entre nuestro cónyuge y nosotros. Cuanto más podamos prevenir que nuestros hijos las oigan, más los estaremos protegiendo. Hace poco descubrí la realidad de esto. Mis padres me comentaron de algo que les había sucedido en el ministerio que los afectó, sin embargo al no hablar del tema frente a sus hijos, no afectó mi manera de ver a las personas involucradas. Hicieron un muy buen trabajo de prevenir que nos amarguemos con lo que escuchábamos.

Síndrome “detecta-fariseos”: al ver “el detrás de escenas” y enterarse de todo, son testigos de personas que actúan de una manera en la iglesia y de otra afuera. Esto hace que ellos desarrollen un desprecio por la falsedad y que sientan que la iglesia está llena de hipócritas. Esto aumenta en los casos que lo ven en sus propios padres. Cuando estuvimos ministrando entre el pueblo Mormón por 10 años, observamos una presión social fuerte de ser perfectos. Ellos lograban comportarse de manera intachable en el exterior pero esa carga necesitaba desahogarse en algún lado. Esto produjo que los índices de lo que ocurre detrás de puertas cerradas sea más altos en el estado de Utah que en cualquier otro lado del país; esto incluye abuso, pornografía y venta de antidepresivos. Lo que aprendimos de esta situación es que si uno siente una presión excesiva de ser perfecto en el ministerio, hay una tendencia más fuerte de luchar con pecados ocultos. Sus hijos lo detectarán e impactará su perspectiva de ustedes y de Dios. Debemos vivir una fe transparente delante de nuestros hijos.

Para concluir, me gustaría dejarles algunas sugerencias para ayudarlos con sus hijos. Primero, debemos incluirlos en el ministerio, recordándoles que Dios llama a la familia y no solo al pastor. Si ellos se sienten parte, estarán más dispuestos a afrontar los desafíos de ser un HdeM.

En segundo lugar, tener un balance entre el ministerio y la familia. A veces nos sentimos culpables si no estamos completamente disponibles para la iglesia. Sentimos que estamos diciéndole que no a Dios. Es bíblico y saludable tomarse un día de descanso semanal con la familia. Ese día hay que estar casi inalcanzable para la congregación. Es recomendable tener a un pastor asociado o a otra persona que reciba y atienda los llamados, al igual que determinar su nivel de urgencia. Como pastor es fácil decir: “yo no tengo tiempo para eso. Si me tomo un día por semana, el ministerio dejará de crecer.” Aunque suene duro, la realidad es que la iglesia es de Cristo y su crecimiento o decrecimiento depende de Él. Si no toman el descanso necesario, se agotarán, perderán la pasión y su familia sufrirá en el proceso. Lo interesante de esto es que tener un día para renovar las fuerzas en realidad hace que uno sea más productivo los otros días de la semana. Lo que hemos observado es que sin este día, se produce una cierta clase de estancamiento espiritual, emocional y físico en la vida del pastor, la cual se transmite a la congregación.

Finalmente, la buena noticia es que los HdeM nunca serán mediocres. El contexto en el que se crían los fuerza a no ir con la corriente. Muchas personas con grandes logros dentro y fuera de la iglesia son HdeM; tienen un tremendo potencial, tanto para Dios como para el mundo. Depende de nosotros como padres y del Espíritu Santo la dirección en que utilicen dicha capacidad.